Dar la teta
Estamos en la Semana de la Lactancia. Veo por doquier carteles hermosos con mujeres amamantando, leo notas sobre los beneficios de la leche materna e información detallada sobre lo que puede pasar si no amamanto (riesgo de obesidad, asma, infecciones intestinales, pulmonares y un largo etcétera que termina de enriquecer mis inevitables paranoias maternas). Pienso en mis tetas: las que durante mi pubertad crecieron un poco raras con sus pezones invertidos; las que dejé libres hace unos meses en medio de un tetazo y respiraron por primera vez aire de calle y lucha; las chiquiticas que no crecieron ni medio centímetro durante el embarazo. Esas tetas, que nunca fueron mi orgullo, han demostrado que podían ser más que responsables. Y no porque haya tenido una lactancia idílica, no. Ni siquiera tengo una linda foto de Amaru tomando la teta porque nunca pudimos hacerlo: lo intentamos de todas las formas, aplicamos todo el babysutra de la lactancia, lloramos juntos de frustración y tras dos me