De papás reales, papás imaginarios y golpes contra la vida.
Hace unos años (no vamos a decir cuántos para que no se me caiga el documento de identidad) había terminado la universidad y me encontraba un poco perdida sobre lo que traería el futuro. Había hecho todo como debía: había sido muy buena estudiante, había sacado buenas notas y ahora estaba ahí, con el diploma bajo el brazo, sin trabajo, con unas ganas enormes de seguir estudiando y sin un peso. Pensaba que la vida me estaba traicionando. Si yo había hecho todo lo que mandaba el manual, ¿por qué ahora no obtenía algo -una oportunidad, una mano amiga, una beca, ¡algo!-? La desilusión era enorme y por un momento -¿días, semanas?- me paralicé. Supongo que fui muy llamativa en ese momento, imagino que se me veía la cara de confusión cuando un día mi papá entró a mi habitación y me dijo algo que sé que no se me va a olvidar, fue algo así como un cachetazo de realidad. Él dijo: "Nadie, nunca te regaló nada, por qué sentarse a esperar ahora". Imagino que lo miré con asombro. Era ver