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Mostrando entradas de 2016

Charlando con la vocecita en mi cabeza

Voz en mi cabeza: -te aseguro que no lo vas a poder hacer-. Maldita y obstinada voz en mi cabeza, ¿por qué me haces todo tan complicado? Digamos que tienes razón...digamos que no lo voy a poder hacer ¿cuál es problema? Supongamos que lo hago y me sale terrible, ¿qué pasa? ¿Me convierto en mala persona si me equivoco? No lo creo. Ay, vocecita, suponiendo que tengas razón, déjame decirte que no me importa equivocarme, no me importa tener que renunciar o pedir disculpas, no me importa reconocer que el asunto no iba por ahí, dar marcha atrás y retomar. Voz agorera, te oigo todo el tiempo, susurrando bajito en mi oído. Me haces temblar, no lo niego. Me haces pensar, por un momento, que solo la inactividad me puede salvar de una catástrofe. Pero no me dices que si me quedo aquí, haciéndote caso, realmente muero. Así que, querida, tengo noticias: me sumerjo en lo desconocido. Sin brújula, sin escudo, sin mapa. Camino hacia el bosque, dispuesta a subir a los árboles por un cachito de luz. Te l

Mi cuerpo mio. Mi cuerpo, mi templo.

Solicitada. Dejen de andar preguntando, como si nada, para cuando piensa una encargar un bebé. Mil gracias por las miles de advertencias sobre como me hago más vieja pero, en serio, no son necesarias. Sé perfectamente cuantos años tengo y lo que le pasa a mis óvulos con cada año que pasa. No es una pregunta inocente. No es como preguntar por el clima. No es una pregunta cuya respuesta desee discutir con todo el mundo. No. Es invadir territorios privados que solo a mi (y a mi pareja) nos incumben. No me hablen de "responsabilidad social" cuando se refieran a mis óvulos. Somos más de 6.000 millones en este planeta, no es que se va a acabar la especie si yo no procreo o si aplazo la decisión. Estaría bueno abolir esa cuestión del listado de preguntas comodín que se le hace a cualquier mujer (¡y cuya probabilidad de aparecer aumenta cuando está en pareja!). Existen cientos de razones que hacen de este un tema privado: ¿Y si esa mujer es estéril? ¿Y si lleva meses buscando em

Marejadas

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Así se sienten por dentro los días raros. Te levantas con extraños pensamientos en la cabeza. Ayer todo estaba bien. Abres los ojos. Las cosas están en el lugar en que las dejaste, pero todo se ve diferente. Y sientes las mareas internas subir, como sube el mar con la luna. Te inundas. Es agua que sube desde un lugar desconocido. No entiendes nada. Te sigues inundando y el agua rebasa el interior y encharca los ojos. Agradeces estar sola para no tener que explicar qué te pasa cuando nada te pasa. Dejas corres esa agua salada, que inunda todo, con la esperanza de que se lleve los males. Son males que no puedes recordar pero que, seguramente siguen ahí, como antiguos barcos hundidos en las profundidades del alma. Y así como empezó termina la tormenta. Puedes ver de nuevo el horizonte tranquilo.   

Un año de blog, treinta y tres de vida. Balance obligado.

46 entradas, 1813 visitas a la página. Para empezar, debo dar las gracias. A los que les pica la curiosidad y leen. Y a los que les pica tanto, que hasta escriben algún comentario por ahí. Mi universo virtual estaría vacío sin ustedes. Recuerdo perfectamente el pánico de la primera vez: el momento en que dí el  click en publicar, apagué el computador y salí corriendo de la casa, para estar lejos en caso de arrepentirme. "Siempre me dije que quería tener un blog. Pero esa idea -como muchas otras más- se convirtió en una de esas cosas que se aplaza ad infinitum . A eso me acostumbré de un tiempo para acá. A querer algo y luego, al divertido juego de encontrar mil excusas para no hacerlo/tenerlo/concretarlo". Sonrío ante mis 46 entradas, 46 veces que junté valor para dar otro click . Estoy a días de cumplir 33. La crisis de los treinta parece alejarse como un barquito en el horizonte (disculparán, soy ferviente creyente en la existencia de esa crisis...). ¿Cuánto tiempo t

Mujeres al borde de un ataque de hormonas.

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"Conócete a ti mismo" (Templo de Apolo en Delfos) No sé cómo empezar este texto. Cualquier inicio me parece un poco extraño: "hace un tiempo llevé un diario menstrual", "les voy a hablar de la menstruación", "¿conocemos los ciclos menstruales?"... No, temo que empiecen a leer y salgan corriendo. Hablar de la menstruación no es simple. Hay tanto tabú por ahí suelto, tanto " hippismo pachamámico " y yo sólo quiero hablar de algo natural, cotidiano y, extrañamente, desconocido.  Bueno. Empecemos por aquí: ¿por qué debería leer algo sobre la menstruación? Pues, si eres mujer, porque te pasa cada mes y es probable que, aún así, ni la conozcas (a mi me pasaba). Si eres hombre, porque esto bien podría ser el bosquejo de un manual para entendernos.  A mi, esta información me ha resultado valiosa para entender mis cambios, los ires y venires de mi propio cuerpo, y espero que sea útil a otras (y también a otros, obvio).  A medi

Tomarnos en serio.

Que difícil es aceptar el tamaño de lo que sentimos con absoluta sinceridad. Hoy recibí la visita de un amigo. Sé que había tenido una pequeña crisis existencial-amorosa hace unos días. Lo escucho con atención cuando dice al pasar "es una bobada". ¿En serio? ¿Lo es? ¿Es una bobada lo que sentimos, lo que nos conmueve, lo que nos entristece, lo que nos enoja? Ojalá pudiéramos vernos siempre con sinceridad, ojalá dejáramos de decirnos que lo que sentimos es una bobada. Ojalá pudiéramos decirnos que nos duele el alma, el corazón y el cuerpo (¿sabían que los circuitos neuronales por los que viaja el dolor emocional son los mismos por los que viaja el dolor físico? Así que cuando te rompen el corazón y te duele, en serio te duele como si te patearan. No es metafórico el asunto). Minimizar lo que sentimos, ignorarlo, dejarlo allá en un rinconcito del alma, es dar pie a que un día ese dolor agazapado nos salte al cuello, ¡zas! y nos acabe. Obvio, parece más fácil decir que no, nom

No ser una amiga de viernes en la noche.

"Each of us, each of you, is in certain respects like all other people, like some other people and like no other person" (Brian Little) Me gusta la soledad, funciono terriblemente mal en ambientes ruidosos y llenos de desconocidos (evito, por ejemplo, las fiestas enormes en donde mi sociabilidad termina por limitarse al gato de la casa) y disfruto los espacios con poco estímulo externo (la naturaleza, mi casa -sin música, sin televisor, con un buen libro-). El otro día pensaba que no soy una amiga de viernes en la noche, sino más bien la compañía de un miércoles o un jueves en la tarde.  Siempre fui introvertida, pero no siempre me gustó serlo. En algún momento de mi vida, entre la infancia y la adolescencia, algunos hechos me indicaron que la gente feliz era más sociable, más abierta, más divertida de lo que yo solía ser. Recuerdo el asombro y la envidia que me generaba ver a mis compañeras de colegio durante la secundaria: los cumpleaños, por ejemplo, eran un
Mis disculpas sinceras a los lectores de esto blog ("hola Mami") que se han sentido, con razón, abandonados. Hace unas semanas que no escribo. Y sé que me gusta hacerlo. Pero escribir en el blog es también ponerme en ese incómodo lugar en el que otros pueden ver lo que escribo, leerlo, juzgarlo. Y odio eso, odio pensarlo siquiera. A veces ese miedo me gana, me toma por semanas y no me suelta. Esta mañana le dí con un palo en la cabeza y aquí estoy: sentada escribiendo a las apuradas, antes que el miedo vuelva a despertarse y nos enfrasquemos en una de nuestras épica peleas de siempre. Prometo volver.

Loca, caótica y desordenada.

Soy un desastre. Todavía no logro hacer yoga todos los días y a veces me da mucha pereza levantarme temprano a meditar. Todavía salgo con mis amigos diciéndome que sólo me voy a tomar una cervecita y termino con tres encima. Todavía no logro desacelerar mi cabeza. Todavía no logro escribir dos posteos semanales en el blog. Todavía no sé muy bien como lidiar con mis miedos. Y todavía no logro vivir en el presente. El otro día caminaba hacia mi trabajo. Iba a tener una reunión importante y mientras caminaba, repasaba mentalmente lo que iba a decir y lo que me podrían contestar. De pronto miré a mi alrededor, había caminado tres cuadras sin notarlo. Ni siquiera recordaba haber cruzado las calles. Me dije: "Magda, tenés que estar en el presente. Inhalo, exhalo, estoy en el presente... debería escribir en el blog sobre esto". Dos segundos después estaba escribiendo mentalmente este posteo. Caminé hasta mi trabajo mientras en mi cabeza ya estaba sentada frente al computador. Así qu

"No tengo amigas, porque las mujeres son demasiado complicadas e histéricas"

Hace unos años solía decir que me era más fácil relacionarme con hombres y que prefería evitar tener amigas porque eran "demasiado complicadas e histéricas". Había tenido amigas en el colegio y en la universidad, pero ya no les hablaba casi nunca. Miraba a otras mujeres con desconfianza. Me tomó mucho tiempo comprender que yo también soy "complicada e histérica", que desconfiaba de mi propia naturaleza femenina. Tener problemas en mi relación con otras mujeres era tener problemas en mi relación interna. Confieso que no fue fácil atravesar mis propios prejuicios. Pero cuando logré hacerlo, descubrí un mundo. Parte de ese terreno inexplorado fue empezar a conocer y aceptar mis transformaciones. Comprobé que sí -como siempre había creído con un gesto de desdén- somos cambiantes, pero no, eso no me hace una loca (ni a mi ni a mis amigas). Más bien resulta que la vara con la que nos mide el mundo -esa en donde prima lo cíclico y repetido, para poder establecer normas y e

Las pequeñas cosas

"Deja de buscar grandes espacios de tiempo libre,  en su lugar encuentra pequeñas oportunidades" Esta semana, mi hermana -diseñadora gráfica- empezó a tomar clases de acrobacias en tela. Unas semanas atrás, mi mejor amigo -director de teatro y actor- decidió comprarse una cámara análoga y salir a tomar fotografías. Unos meses atrás, mi papá -a sus 62 años- saltó en parapente. Todos tenemos un listado de cosas que queremos hacer y nunca hacemos. No me refiero a las grandes metas y sueños, sino a esas actividades pequeñitas que sabemos que nos harían felices pero ante las cuales saltan las excusas: no tenemos dinero, no tenemos tiempo, estamos muy viejos, vamos a quedar en ridículo, nos podría salir mal o no vamos a ser lo suficientemente buenos, entonces ¿para qué? Ejercicio: siéntese diez minutos y haga una lista de pequeñas cosas que le gustaría hacer. Al lado de cada una, escriba la última vez que se permitió hacerlas. ¿Han pasado meses, años? ¿Nunca lo hizo? No me

Cara/sello

Ayer leí una historia que me hizo recordar algo que había vivido. Mi historia y la que leí eran caras de una misma moneda, diferentes, pero relacionadas. La contracara de mi historia, iba así: la mujer, la narradora, está en Nueva York, pleno invierno. Se sube a un colectivo, rebosante de gente que vuelve del trabajo, con frío y cansada. Se puede sentir la tensión en el ambiente, nadie mira a nadie, cada uno refugiado en su propio cuerpo, con sus propias preocupaciones y problemas. Se sube una mujer embarazada y todos fingen no verla para no cederle la silla. De pronto, el conductor habla por el altavoz (no sabía que en Nueva York los buses tenían altavoz). Y dice algo así: "Buenas tardes, por sus caras sé que han tenido un día difícil, así que les hago una propuesta. En cada parada voy a extender mi mano y, quienes deseen hacerlo, pueden poner en ella todos sus problemas, así no tienen que cargar con ellos a casa. Al final del recorrido del colectivo voy a pasar por el río Huds
Entre el tarifazo generalizado, los miles de despidos y la repetición constante de lo "dura que está la situación" es difícil no entrar en pánico en Argentina. Hace ocho años vine a vivir acá. Recuerdo la ciudad brillando con los primeros soles de la primavera, los jacarandas coloreando las avenidas, los parques cubiertos de alfombras rojizas. Era el espejismo de quien soñaba con ansías salir de su país. Veía sólo lo que quería ver, me demoré meses en descubrir esa otra Buenos Aires que ni siquiera estaba tan escondida. Sólo era cuestión de alejarse algunos kilómetros del centro para ver cómo los recursos disminuían exponencialmente. Los palacios art noveau, las enormes galerías, las columnas griegas, los cuerpos esculpidos, daban paso a bloques de apartamentos deslucidos por el tiempo y, un poco más allá, a casitas precarias entremezcladas en pasadizos laberínticos. Ahí vivían los "negros", que lo eran menos por el color de su piel como por el hecho de no encajar

El miedo a vivir con miedo.

"Piensa en un ciruelo. En cada una de las ciruelas hay un hueso.  Ese hueso contiene un ciruelo y todas las generaciones precedentes de ciruelos.  El hueso de ciruelo contiene un número infinito de ciruelos. Dentro de él hay una inteligencia,  una sabiduría, que sabe cómo convertirse en un ciruelo  y cómo crear ramas, hojas, flores y nuevos ciruelos.  No podría hacerlo por sí solo. Solo puede hacerlo porque ha heredado la experiencia  y la adaptación de generaciones de ancestros precedentes. Lo mismo sucede contigo" ( Thích Nhất Hạnh). ¿Me pregunto si el hueso del ciruelo duda que podrá convertirse en árbol? ¿Si duda que la fuerza de todos los ciruelos que lo precedieron está presente en él? Sólo quien lo ha sentido puede entender lo irracional y, aún así, absolutamente convincente que puede resultar el miedo murmurando en tu oreja día tras día. El budismo dice que al miedo hay que mirarlo de frente, contemplarlo sin violencia, sin rechazo. ¡Cosa complicada! Cómo no q

Un talismán contra todo peligro.

Hoy -releyendo por enésima vez a Borges- recordé el día en que armé la maleta para venir a Buenos Aires. Eran cientos de cosas, una vida entera, la que intentaba meter en un reducido espacio, veintitrés kilogramos de límite de peso. Recuerdo haber armado, desarmado y vuelto a armar. Recuerdo haberme sentado a llorar en el momento en que se reveló la imposibilidad de poner en tan poco espacio mi vida. Pero sobre todo, recuerdo las dos últimas cosas que puse antes de cerrarla definitivamente: un libro de Borges y uno de Cortázar. Era la primera vez que salía del país, la primera vez que iba a vivir sola, en una ciudad extraña y a 7000 kilómetros de todo lo que conocía. Había escuchado suficientes historias sobre colombianos en aduanas extranjeras y necesitaba un talismán, una suerte de objeto protector...y decidí que fueran esos dos libros. Mi cabeza no dejaba de jugar con la imagen de un par de policías, todos vestidos de negro, que me pedían con seriedad abrir la maleta. Y ahí estaban

Por favor, me cuentan cómo se conquista a alguien en estos tiempos.

Soy de una generación chapada a la antigua en la que, para levantarse a alguien, uno se tomaba la molestia de mirarle la cara (y me refiero a hacerlo personalmente, no a andarle fisgoneando las fotos del face). Sí, lo sé, me he quedado anclada en décadas pasadas. Un par de detalles ya me lo indicaban: el que mis fiestas me suenen más divertidas al ritmo de Michael Jackson, el que me tome la molestia de escribir las palabras con todas las letras, el ser incapaz de leer algunos mensajes de twitter o el hecho de que mi celular sirve sólo como teléfono (al menos cuando recuerdo subirle el volumen). Ahora resulta que estoy teniendo problemas para ejercer de celestina en estas épocas virtuales: soy incapaz de aconsejar a mis amigos cómo conocer gente nueva, cómo enamorar y esas cosas que hace un tiempo solía solucionar con algunas miradas. ¿Cómo se conquista a alguien hoy en día? ¿Se intercambias facebooks? ¿Se "stalkea" primero (hace pocos días aprendí esa palabra que puede remit

¿Soy una persona mejor después de haber aprendido a meditar?

¿Me estaré acercando a la iluminación? ¿Encontraré algún nirvana, algún cielo interior? ¡Naaaahhhh, ni ahí! Dos horas de colectivo en Buenos Aires e interiorizás eso de "la ciudad de la furia". Y la remás para no caer en el desespero con un presidente (mal) bailarín (haciendo sus pasitos coquetos sobre nuestras cabezas y bolsillos), una perspectiva laboral comodamente posicionada en la incertidumbre y un cerebro que se obstina en recordarte que ese "doña" que te dijeron la semana pasada va en serio, muy en serio. Esa cosa de ser adulto, entender que ya no vas a cambiar el mundo y encontrar el equilibrio entre los sueños y la realidad sin morir en el intento, pone nervioso a cualquiera. Respiro profundo. Pero bueno, han pasado tres meses de mi retiro para aprender a meditar y es hora de hacer un balance. Para algo tiene que haber servido, ¿no? No voy a mentir: mi disciplina sigue siendo intermitente. Sentarse dos horas, cada día, y concentrarse en la respiració

To build a home

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"There is a house built out of stone Wooden floors, walls and window sills Tables and chairs worn by all of the dust This is a place where I don't feel alone This is a place where I feel at home". (To Build A Home. The cinematic orchestra) Digamos que mi relación con mi cuerpo ha sido un poco distante. Me lleva a donde quiero, hace más o menos lo que le pido y aún así, nunca nos sentimos muy cercanos. Algunos procesos naturales me resultaban desconocidos y, muchas veces, absolutamente inconvenientes. Por eso a veces era más simple estandarizar ciertos procesos o, mejor aún, hacerlos desaparecer. Si me dolía la cabeza, me tomaba una aspirina, dos, tres, las que fueran necesarias. Empecé a tomar anticonceptivos desde muy joven y era bastante feliz al saber que menstruaba dos días, cada 28 días, sin falta y sin dolor. Imagino que todo habría seguido así, aparentemente perfecto, si hace unos años no me hubieran encontrado un quiste, de tamaño descomunal, en el