Hace unos días cargué a un bebé de dos meses. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo y lo diferente que me sentí con respecto a mi propio hijo. A Amaru lo cargaba con miedo, tensa, sentía que pesaba una tonelada (de peso físico y emocional) y a este bebé lo acuné tranquila. Lamenté no haberle podido ofrecer esa tranquilidad a Amaru en sus primeros días. Amar para mí nunca ha sido algo "natural" o "instintivo", amar ha sido siempre un proceso, un aprendizaje o, mejor, un desaprender los miedos. La maternidad no ha sido diferente. Cuando veía a Amaru chiquitito y frágil, sentía que debía protegerlo pero me preguntaba si lo amaba. Y, obvio, me sentía mala madre al hacerme esa pregunta. Debo decir que las suposiciones ajenas no ayudaban: "¿cierto que es lo mejor que te pasó en la vida?", " los hijos son la mayor realización"...frases como esas me hacían sentir peor, más insegura, más monstruosa por estar dudando, más perdida. Tras diez meses, he
Entradas
Mostrando entradas de enero, 2019