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Mostrando entradas de octubre, 2015
"Sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar". Ludwig Wittgenstein.

¿Podemos vivir sin fe?

Lo sé, el título parece el encabezado de una nota escrita para la revista "Atalaya" (¡que espanto!), pero últimamente me lo pregunto un montón. Tanto racionalismo, tanto siglo de las luces, tanta muerte de dios y al final, nos quedamos tan solos y desarmados frente al mundo. Tanto nihilismo ¿no nos habrá dejado sin armas para no perdernos? Tengo una amiga que desconfía totalmente de lo que ella llama "pensamiento mágico-religioso", categoría que viene a englobar la religión, el misticismo y cualquier acto que suene a magia o a explicación poco racional de un asunto. La razón y el sentido común por encima de todo. Y debo decir que no niego la validez de su pensamiento (yo misma soy antireligiosa -producto tal vez de mis "años maravillosos" en un colegio de monjas-).  Sólo que se me hace incompleto. ¿No estamos lo suficientemente solos en este mundo, como para permitirnos el lujo de deshacernos del misterio? Porque, en últimas, de eso se trata, ¿no? De mant

Siete mujeres en mi cabeza.

Estoy leyendo un libro que afirma que tengo siete mujeres viviendo en mi cabeza. Siete. Quisiera decir que me pareció pura psico-palabrería barata, pero las evidencias me demuestran lo contrario. Las he escuchado en mi cabeza desde hace años, tan diversas, tan contradictorias, que la idea de siete mujeres habitando mi cerebro me resultaba ya cercana. Así que leí sobre estas siete inquilinas y ni siquiera pestañeé. Por fin alguien le daba una explicación al barullo mental que suelo soportar ante ciertas situaciones. Me senté y empecé a enumerarlas. Una y dos: me ofrecen un trabajo de oficina, fijo, a término indefinido. Una parte de mi sintió que se acababan todos mis problemas, ¿quién no va a querer un futuro de ingresos asegurados, no? Es la oportunidad de tu vida, me dice. Pero la otra, no lo quiere. Esa vocecita que durante años ha rechazado la monotonía y que elige la incertidumbre del "freelance" a las cadenas de un empleo fijo entre cuatro paredes. Empiezo a dudar. ¿d

¿Cómo convertirse en "la reina del martillo"?

Tras la publicación de varias noticias sobre el caso de una mujer condenada a cadena perpetua por un crimen que no cometió, recibo una llamada de Cristina -protagonista de esta historia- desde la Correccional de Mujeres de Posadas: "no puedo creerlo, dejé de ser la ´reina del martillo´ y volví a ser Cristina Vázquez". El origen de su sobrenombre hace parte de una maraña de informaciones perpetuadas de manera irreflexiva por los medios. Primero una mujer testifica durante la investigación. Esta afirma que una policía vecina suya -de apellido Pérez- que trabajaba en la alcaidía de mujeres, le contó sobre una detenida apodada “la reina del martillo”, quien habría "matado a una vieja". Y ahí empieza todo. La oficial Pérez es llamada a testificar en la investigación. Ella asegura que es otra detenida, de apellido Junes, -y no Cristina- quien recibe el sobrenombre, en relación al asesinato de su propio marido a martillazos. Pero a esta altura, ese testimonio ya no i

(Paréntesis 1) "Cuando muera nada llevará consigo"

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Los cementerios ejercen una cierta fascinación, como la muerte misma, tal vez porque los creamos como formas de persistir al tiempo y al olvido, sin lograrlo. En mi último viaje pude visitar el cementerio judío de Moises Ville, con tumbas que datan de finales del siglo XIX, pertenecientes a los primeros colonos que cruzaron el mar, y luego la pampa en tren, para llegar a Santa Fe. La mayoría de las lápidas tiene una pequeña fotografía en un costado: desde ahí, hombres y mujeres relatan su paso por el mundo, sus tristezas y alegrías perdidas para siempre. La costumbre judía dicta que al visitar una tumba se deja una piedra sobre ella, un pequeñísimo símbolo de nuestra visita. De la misma forma, el cementerio no es más que una gran piedra dejada sobre la faz de la tierra para decir que estuvimos aquí, satisfaciendo nuestra esperanza de eternidad. En la naturaleza siguiendo su camino, en el silencio del lugar, en el cartel de la entrada que sentenciaba "Cuando muera nada llevará c