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Mostrando entradas de abril, 2016

"No tengo amigas, porque las mujeres son demasiado complicadas e histéricas"

Hace unos años solía decir que me era más fácil relacionarme con hombres y que prefería evitar tener amigas porque eran "demasiado complicadas e histéricas". Había tenido amigas en el colegio y en la universidad, pero ya no les hablaba casi nunca. Miraba a otras mujeres con desconfianza. Me tomó mucho tiempo comprender que yo también soy "complicada e histérica", que desconfiaba de mi propia naturaleza femenina. Tener problemas en mi relación con otras mujeres era tener problemas en mi relación interna. Confieso que no fue fácil atravesar mis propios prejuicios. Pero cuando logré hacerlo, descubrí un mundo. Parte de ese terreno inexplorado fue empezar a conocer y aceptar mis transformaciones. Comprobé que sí -como siempre había creído con un gesto de desdén- somos cambiantes, pero no, eso no me hace una loca (ni a mi ni a mis amigas). Más bien resulta que la vara con la que nos mide el mundo -esa en donde prima lo cíclico y repetido, para poder establecer normas y e

Las pequeñas cosas

"Deja de buscar grandes espacios de tiempo libre,  en su lugar encuentra pequeñas oportunidades" Esta semana, mi hermana -diseñadora gráfica- empezó a tomar clases de acrobacias en tela. Unas semanas atrás, mi mejor amigo -director de teatro y actor- decidió comprarse una cámara análoga y salir a tomar fotografías. Unos meses atrás, mi papá -a sus 62 años- saltó en parapente. Todos tenemos un listado de cosas que queremos hacer y nunca hacemos. No me refiero a las grandes metas y sueños, sino a esas actividades pequeñitas que sabemos que nos harían felices pero ante las cuales saltan las excusas: no tenemos dinero, no tenemos tiempo, estamos muy viejos, vamos a quedar en ridículo, nos podría salir mal o no vamos a ser lo suficientemente buenos, entonces ¿para qué? Ejercicio: siéntese diez minutos y haga una lista de pequeñas cosas que le gustaría hacer. Al lado de cada una, escriba la última vez que se permitió hacerlas. ¿Han pasado meses, años? ¿Nunca lo hizo? No me

Cara/sello

Ayer leí una historia que me hizo recordar algo que había vivido. Mi historia y la que leí eran caras de una misma moneda, diferentes, pero relacionadas. La contracara de mi historia, iba así: la mujer, la narradora, está en Nueva York, pleno invierno. Se sube a un colectivo, rebosante de gente que vuelve del trabajo, con frío y cansada. Se puede sentir la tensión en el ambiente, nadie mira a nadie, cada uno refugiado en su propio cuerpo, con sus propias preocupaciones y problemas. Se sube una mujer embarazada y todos fingen no verla para no cederle la silla. De pronto, el conductor habla por el altavoz (no sabía que en Nueva York los buses tenían altavoz). Y dice algo así: "Buenas tardes, por sus caras sé que han tenido un día difícil, así que les hago una propuesta. En cada parada voy a extender mi mano y, quienes deseen hacerlo, pueden poner en ella todos sus problemas, así no tienen que cargar con ellos a casa. Al final del recorrido del colectivo voy a pasar por el río Huds
Entre el tarifazo generalizado, los miles de despidos y la repetición constante de lo "dura que está la situación" es difícil no entrar en pánico en Argentina. Hace ocho años vine a vivir acá. Recuerdo la ciudad brillando con los primeros soles de la primavera, los jacarandas coloreando las avenidas, los parques cubiertos de alfombras rojizas. Era el espejismo de quien soñaba con ansías salir de su país. Veía sólo lo que quería ver, me demoré meses en descubrir esa otra Buenos Aires que ni siquiera estaba tan escondida. Sólo era cuestión de alejarse algunos kilómetros del centro para ver cómo los recursos disminuían exponencialmente. Los palacios art noveau, las enormes galerías, las columnas griegas, los cuerpos esculpidos, daban paso a bloques de apartamentos deslucidos por el tiempo y, un poco más allá, a casitas precarias entremezcladas en pasadizos laberínticos. Ahí vivían los "negros", que lo eran menos por el color de su piel como por el hecho de no encajar