Dar la teta

Estamos en la Semana de la Lactancia. Veo por doquier carteles hermosos con mujeres amamantando, leo notas sobre los beneficios de la leche materna e información detallada sobre lo que puede pasar si no amamanto (riesgo de obesidad, asma, infecciones intestinales, pulmonares y un largo etcétera que termina de enriquecer mis inevitables paranoias maternas). Pienso en mis tetas: las que durante mi pubertad crecieron un poco raras con sus pezones invertidos; las que dejé libres hace unos meses en medio de un tetazo y respiraron por primera vez aire de calle y lucha; las chiquiticas que no crecieron ni medio centímetro durante el embarazo. Esas tetas, que nunca fueron mi orgullo, han demostrado que podían ser más que responsables. Y no porque haya tenido una lactancia idílica, no. Ni siquiera tengo una linda foto de Amaru tomando la teta porque nunca pudimos hacerlo: lo intentamos de todas las formas, aplicamos todo el babysutra de la lactancia, lloramos juntos de frustración y tras dos meses de intentos, Amaru seguía sin poder pegarse a mi pecho. Pero mis tetas querían demostrar su poder y nunca se rindieron. Hoy, cuatro meses después, siguen al pie del cañón...o mejor, del sacaleches, dejando fluir el oro líquido blanco que alimenta a mi hijo. El que dijo que no se debía "llorar sobre la leche derramada", jamás tuvo que extraerse leche para alimentar a un bebé hambriento y jamás tropezó una mano somnolienta con el biberón que contenía ese precioso líquido. La maternidad nunca es como una la imagina y yo no pude prever que pasaría horas junto a un sacaleches que muge (les juro que hace muuuu-muuuu con cada succión). No ha sido fácil, no es lo ideal, pero cuando veo cada biberón lleno con mi leche me entran ganas de ovacionar de pie a mis tetas. Ellas, tan chiquitas pero tan maravillosas. A mi, que siempre me gustó cocinar y alimentar a otros, no deja de maravillarme estar alimentando a mi hijo de esta manera.

Pero durante toda esta semana llena de imágenes de pechos y leche, algo me ha molestado y no es la teta. Me pregunto ¿a quién van dirigidos todos estos mensajes sobre la lactancia? A las madres, obviamente, las dueñas de las tetas y la leche. Pero veo pocos mensajes dirigidos al resto de la sociedad para apoyar la lactancia: nada para las empresas y la necesidad de crear lactarios en sus instalaciones para que las madres puedan extraerse la leche con comodidad y almacenarla (en lugar de tenerse que esconder en algún baño, mientras se "roba" tiempo de la jornada laboral); nada para los gobiernos y sus políticas de licencias por maternidad y paternidad, porque ¿de qué manera cumples con el ideal mínimo de seis meses de lactancia exclusiva cuando -con suerte- tienes tres meses de licencia y estás preocupada por no perder tu trabajo? O ¿cómo haces para "relajarte" y que la leche fluya, cuando tu pareja solo tiene tres ridículos días de licencia? Ningún mensaje para los hospitales y clínicas que siguen separando a las madres de sus hijos durante la primera hora tras el parto, como me pasó a mi, hecho que suele ser uno de los primeros obstáculos para la lactancia materna. Ningún mensaje para las escuelas de enfermería y de pediatría, para que incorporen los saberes necesarios que les permita asesorar mejor a las madres primerizas.

Tras cuatro meses de haber estrenado mi maternidad, sé con bastante certeza que las cosas suelen ser así: vivimos en una sociedad preocupada porque hagamos lo debido, pero incapaz de ofrecernos condiciones mínimas adecuadas para hacerlo, porque desde que pariste "es tu problema". Y no creo que estas deficiencias se arreglen desde el empoderamiento individual (como el que leo en esas frases de cajón que quieren pintarnos como "super-mamás"). Lo que necesitamos es ayuda y mucha. Carteles que durante la Semana de la Lactancia le hablen a nuestras parejas (en mi caso, por ejemplo, la lactancia en diferido sería imposible sin mi pareja contando mililitros, lavando biberones, levantándose a la madrugada a calentar la leche o escuchando los resultados de mi obsesiva investigación online sobre sacaleches). Necesitamos carteles que le hablen a quienes manejan las empresas donde trabajan mujeres lactantes, frases que motiven a quienes hacen las leyes, fotografías conmovedoras para el personal de salud, para las instituciones.

Recuerdo que hace unos meses viajaba en el colectivo con mi pareja y Amaru en la panza. Frente a mi una chica muy joven con un bebé, sacó un biberón con jugo artificial y empezó a alimentarlo. Recuerdo todo lo que pensé, recuerdo que le comenté al Negro mi indignación: esa chica estaba alimentando a su bebé con puro azúcar. Hoy, tras haber escuchado a Amaru llorar de hambre, incapaz de succionar de mi pecho y sin que yo supiera cómo explicárselo, vuelvo a pensar en esa chica, en lo solitaria que puede llegar a ser la maternidad, en el desespero enorme que te agarra cuando ves a esa criatura chiquita a la que tenés que dar de comer.   

Me parece maravilloso que exista la Semana de la Lactancia y esa oda a las tetas que alimentan, pero ya va siendo hora de que guardemos las frases de cajón y empecemos a acompañarnos, a acompañar a quienes son madres, a exigir las condiciones adecuadas para que la leche siga fluyendo.

Y bueno, como todas están subiendo sus fotos de lactancia, ahí les dejo la mía, tomada por mi pareja.

A veces el camino es extraño, pero es el mío.


Fotografía por: Walter Quintero.



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