El síndrome de la página en blanco
Listo. Ya apareció. El síndrome de la página en blanco. No tengo ni la menor idea sobre qué escribir. No sé si exista una sensación peor que la de sentarse frente a la pantalla, con el cursor titilando sin parar y las palabras que no llegan a los dedos. El inicio del fin. -No es que esté buscando tema para una novela, sólo pretendo poner una entrada más en el blog. Una más, por favor-. Le ruego a mi cerebro. No hay respuesta. Y empieza el miedo. El miedo no suele ser un compañero apreciado, pero es leal como él solo. Toma diversas formas: en mi caso suele ser una pequeñísima voz alojada en un sótano de mi cerebro. Maneja unos tiempos infalibles. Cuando me siento a salvo, empieza a murmurar, a veces -lo juro- logro distinguir esa voz entre el ruido de mi cabeza. He intentado todo. Amenazas, encuentros amistosos, charlas dialécticas. No se va. Supongo que no se irá nunca de ahí. Inquilino indeseado. Me pregunto ¿cuándo empezó a crecer? Nunca me he considerado demasiado valiente. Uno de