El pánico de la vida adulta

Hace unos días compartí en facebook este gif que me causó mucha gracia:



Me reí sin parar y no pude evitar pensar en mi vida durante estos últimos años.
Creo que fue el 9 de noviembre, de hace ocho años, cuando aterricé en Buenos Aires. En ese momento, recuerdo tener planeado hasta el último detalle del viaje: iban a ser dos años de maestría, dos años viviendo en Buenos Aires, trabajaría en lo que fuera -no importaba mucho- y luego, regresaría triunfal a Colombia, con mi título bajo el brazo y una linda experiencia que contar a los amigos. Creo que hasta ese viaje mi vida había sido siempre así: yo planeaba y todo salía como quería. Tal vez por eso me costó mucho darme cuenta de lo que empezó a pasar cuando pisé Argentina. Conseguí un trabajo de camarera en un restaurante, pasé las fiestas sola y unos meses después empecé a estudiar. Creo que supe casi al instante que odiaba esa maestría. Pero el plan estaba trazado. Se trataba del Plan A y nunca pensé que necesitara otro. Como digo, hasta ese momento las cosas siempre habían resultado como esperaba o incluso mejor. Así que la posibilidad de gestar un nuevo plan ni se me ocurrió. Simplemente seguí con el Plan A, sin variaciones. Estudié los dos años de maestría. Asistí casi religiosamente a todas las clases, sin importarme mucho cómo me sentía. Pero la rebelión empezó en el lugar menos esperado, dentro de mí. No lograba escribir ninguna de las monografías que me pedían para aprobar las materias. Lo intenté con terquedad. Me sentaba a pensar en temas, elegía alguno -el que menos me repugnara, creo- y me sentaba a leer, a escribir cosas que odiaba. Incluso algunas veces entregué algunas, pero invariablemente, las detestaba. Dos años cursando y luego dos años más mintiendo. Me decía que la iba a terminar. En realidad, se lo decía a todo el mundo, a viva voce para intentar convencerme. Me tomó dos años de inactividad académica darme cuenta que mentía, que no iba a terminar nada, que odiaba esa maestría. En ese momento, me convertí en la niña del gif. No entendía nada. Nunca me había equivocado de esa manera. Antes había elegido estudiar periodismo con la temeridad que sólo se tiene a los 17 años y había acertado. De pronto, parecía que había echado mi vida entera por la borda. Recuerdo el inicio del barullo interno: "pero, si tú tenías un trabajo, un muy buen trabajo, ¿qué viniste a hacer por acá tan lejos? ¿Por qué no terminaste la maestría?" Y como cualquier charla interna que se respete, terminé a las patadas conmigo misma: había arruinado todo. Había dejado una vida de éxito (sí, eso pensaba, ¡por favor!) había abandonado todo, para vivir en una ciudad extraña y trabajar como camarera en un hotel (para ese momento, ese era mi trabajo y lo hice durante tres años). Todo estaba perdido. El vaso de agua de mis penas parecía un mar infinito, con tormentas perpetuas. Tras la frustración inicial, vino el miedo. Después, la parálisis. Es difícil de explicar un mecanismo mental que, a decir verdad tiene poca lógica, pero que resulta absolutamente convincente. El asunto es que tras lo que podría haber sido un simple traspié inicial, desarrollé terror a equivocarme nuevamente y, por absurdo que suene, la no-acción parecía ser mi única respuesta posible. Si no hacía nada, no podría equivocarme nuevamente. Imagino que podrán intuir el círculo vicioso que vino tras esto: no hacer nada me daba culpa, la culpa me llenaba de miedo, el miedo me paralizaba, así que no hacía nada y así, volvía a empezar. Es gracioso como funciona la cabeza. Pero sobre todo, resulta notable la fuerza que tiene. Llevo varios años intentando romper ese círculo. A veces siento como si estuviera intentando derretir el hielo Ártico con un secador de pelo. Es un proceso lento, complicado, espasmódico. Este blog surgió en uno de esos espasmos en los que logro arrancar algún pedazo de hielo y respirar con libertad. Luego, pueden pasar días, semanas, en las que la parálisis está ahí, aferrada a mis costillas. Entre espasmos inicié otra maestría (y me gustó). Entre espasmos intento terminar mi tesis, un documental de 25 minutos que por momentos duerme la siesta en mi computador y en mi cabeza. He hecho de todo para barrer este miedo. Cosas racionales, como empezar terapia (aunque decidirme me tomó tres años. El hecho de venir de un país en el que sólo vamos al psicólogo si estamos locos, no ayudaba). Cosas irracionales (como tomar flores de Bach, ir a sesiones de reiki). Hace un año empecé a meditar y hace tres meses empecé a ir a clases de yoga regularmente. En todo el proceso, me he deshecho de cosas que pensaba valiosas, pero que se convirtieron en cargas sin mucho sentido: sueños desactualizados, viejos "yo" que nunca me gustaron pero que cargaba como si mi vida dependiera de ellos. A veces pienso que esto me va a tomar toda la vida. Y no dudo que sea verdad.
Cuando tenía 20 solía pensar que a los 30 iba a tener toda mi vida resuelta: felicidad empaquetada en el trabajo de mis sueños y el apartamento que le hacía juego, ese era mi combo ganador. Había creado una pequeña déspota en mi interior. Todo se hacía como yo quería, la vida seguía mi ritmo (eso creía).
Ahora tengo 32. Sigo remando, a veces contra corriente, para hacer lo que quiero y no tengo el apartamento. Pero es lindo el paisaje mientras remas y me gusta el lugar que alquilamos (y que decoré a mi gusto). Me casé, cosa inconcebible en mis veintes, y el amor ha sido un ancla cuando arrecian los vientos. Hago menos planes. Acepto cambios imprevistos. Intento sonreír más, sin ningún motivo, sólo para entrenar la costumbre. Ahora, por suerte, cuando miro el gif, con la niñita que corre despavorida, me puedo reír. Es un avance, supongo.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Supongo que, en el fondo, todos tenemos preocupaciones similares. Gracias por pasar a leer!

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  2. La diferencia entre planear y ejecutar con recursos ajenos y hacerlo con los propios. Felicidades, interesante texto.

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  3. La diferencia entre planear y ejecutar con recursos ajenos y hacerlo con los propios. Felicidades, interesante texto.

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  4. Ohhh eres la más linda Magda, y apoyo la libertad que se respira en cuanto te sientas a escribir, eso sí es derretir hielos

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    1. Gracias amiga! Ya empecé a cogerle cariño a estos espasmos que me permiten escribir de vez en cuando.

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  5. Ohhh eres la más linda Magda, y apoyo la libertad que se respira en cuanto te sientas a escribir, eso sí es derretir hielos

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