Charlando con la vocecita en mi cabeza

Voz en mi cabeza: -te aseguro que no lo vas a poder hacer-. Maldita y obstinada voz en mi cabeza, ¿por qué me haces todo tan complicado? Digamos que tienes razón...digamos que no lo voy a poder hacer ¿cuál es problema? Supongamos que lo hago y me sale terrible, ¿qué pasa? ¿Me convierto en mala persona si me equivoco? No lo creo. Ay, vocecita, suponiendo que tengas razón, déjame decirte que no me importa equivocarme, no me importa tener que renunciar o pedir disculpas, no me importa reconocer que el asunto no iba por ahí, dar marcha atrás y retomar. Voz agorera, te oigo todo el tiempo, susurrando bajito en mi oído. Me haces temblar, no lo niego. Me haces pensar, por un momento, que solo la inactividad me puede salvar de una catástrofe. Pero no me dices que si me quedo aquí, haciéndote caso, realmente muero. Así que, querida, tengo noticias: me sumerjo en lo desconocido. Sin brújula, sin escudo, sin mapa. Camino hacia el bosque, dispuesta a subir a los árboles por un cachito de luz. Te lo digo así: tengo miedo, lo siento justico aquí, como un ovillo en la garganta. Y me aferro a él, porque amo este miedo, porque este miedo es más mío que cualquier otra cosa. Porque este miedo, infantil y sin sentido, soy yo. Y no me da miedo ser miedo. 

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