Des-madre

Desmadre: 
2. m. coloq. Exceso desmesurado en palabras o acciones.


¿Es mi cuerpo? ¿Vivo en él, soy una inquilina? Eso me he preguntado las últimas semanas después de descubrir que estoy embarazada. Si: me crece un alien adentro, voy a ser madre, hay un ser humano creciendo en mi útero...por donde lo mire, y a pesar de ser muy natural el asunto, no deja de ser extraño. Raro escuchar un corazón que no te pertenece, latir a un millón por hora dentro tuyo. Raro que "mi" cuerpo demuestre su total y natural autonomía: ahora me toca dormir cuando el cuerpo llama, porque casi literalmente se me apaga el cerebro antes de la medianoche (yo, que siempre fui un búho); ahora me dio por comer ensalada de papa, huevo y mayonesa (cuando no comía mayonesa hace años). Y más raro todavía este menjurje de emociones entremezclada. Porque, obvio, no podía ser como en las películas, no podía ser una embarazada radiante y luminosa, feliz y plácida. No. Se puede sentir felicidad, tristeza, rabia y miedo al mismo tiempo, un caldero de emociones que burbujea en mis entrañas y me hace pensar que ya no soy yo o que, al menos, esta parte mía me es desconocida. "Más rara que un perro a cuadros", me dice mi pareja. Y sí, me doy cuenta, porque yo también me veo y no me reconozco y, en algún punto, me extraño. 

Hay un poco de duelo en este proceso. Hay una parte de mi vida a la que despido porque nunca, nunca va a volver a ser igual y tal vez la extrañe un poco. Hay un poco de rabia por el descontrol que esta nueva experiencia trae a mi existencia (sí, soy una freak del control, ya lo sé). El miedo llega en forma de pesadillas: sótanos oscuros en donde habitan monstruos que no veo pero que siento respirar (hay que decirlo: mi subconsciente no es muy original a la hora de crear imágenes). Y junto a todo esto la alegría, que no es un chorro de luz desbordante, si no más bien una calma interior, una tranquilidad: el haber podido tomar una decisión que me resultaba difícil con libertad, porque no fue un embarazo planeado: la noticia me cayó como un baldado de agua fría y me hizo temblar de angustia. Ser madre no era el gran sueño de mi vida, más bien era un deseo chiquitito, escondido, agazapado en medio de todas mis exigencias, mis planes, mis "deber ser". Por eso me costó reconocerlo.


Pero acá estamos. Nueve semanas y un ser, del tamaño de una uva, que desde tan chiquito ha revolucionado mi mundo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Más fácil cuadrar una docena de micos* para una foto

Para Michelle