Ayer maté un monstruo

Cada uno seguro tiene un monstruo como el mío. Mi monstruo llevaba años creciendo, peludo, desagradable y enorme. Le gustaba sentarse al lado mío y susurrarme al oído: "eso no lo podés hacer... No, eso tampoco". Y de tanto escucharlo, con su voz grave, yo había terminado por creer sus mentiras. A veces, se complacía sentándose en mi pecho, invisible a la vista, pero el peso de su cuerpo dificultaba mi respiración. Así que ayer me disfracé de guerrera amazona, tensé un arco, afilé un cuchillo. No andaba cerca el monstruo pero yo sabía que iba a llegar, en el momento preciso, a clavarme un zarpazo por la espalda. Traicionero.

Yo estaba preparada. Sentí el peso de su cuerpo acomodándose sobre mi pecho. Sentí sus palabras en mi oído. Sentí el zarpazo. Pero yo ya era otra. La lucha fue a muerte. Y como en una buena película de acción, me reventó la jeta, me amorató un ojo y al final yo era un Rocky Balboa, amasijo de sudor y sangre, perdedora asegurada hasta el último segundo en que saqué fuerzas de no sé donde y le reventé su peludo cuerpo a golpes. Pobre monstruo. 

Regresé a casa hecha pedazos, agotada. Pero la sonrisa de triunfo no me la borra nadie.

Yo no puedo controlar el caos infernal de este mundo extraño, pero al caos interno le sigo dando buena pelea. Sigo en pie. Que se venga el siguiente.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Más fácil cuadrar una docena de micos* para una foto

Para Michelle