¿Podemos vivir sin fe?

Lo sé, el título parece el encabezado de una nota escrita para la revista "Atalaya" (¡que espanto!), pero últimamente me lo pregunto un montón. Tanto racionalismo, tanto siglo de las luces, tanta muerte de dios y al final, nos quedamos tan solos y desarmados frente al mundo. Tanto nihilismo ¿no nos habrá dejado sin armas para no perdernos?
Tengo una amiga que desconfía totalmente de lo que ella llama "pensamiento mágico-religioso", categoría que viene a englobar la religión, el misticismo y cualquier acto que suene a magia o a explicación poco racional de un asunto. La razón y el sentido común por encima de todo. Y debo decir que no niego la validez de su pensamiento (yo misma soy antireligiosa -producto tal vez de mis "años maravillosos" en un colegio de monjas-).  Sólo que se me hace incompleto. ¿No estamos lo suficientemente solos en este mundo, como para permitirnos el lujo de deshacernos del misterio? Porque, en últimas, de eso se trata, ¿no? De mantener viva esa zona en donde nuestra razón ya no actúa, ese pedazo de existencia en donde no escuchamos los dictados de la cabeza. Tal vez ni siquiera se trate de mantener vivo el misterio, si no de aceptar que hay lugares a los que la luz de nuestro intelecto no llega.
Yo lo hice el otro día. Fue cuando el gatito de mi hermana menor murió de repente. La tristeza nos invadió a todos en la casa (quienes amen a un animal me entenderán). Hablando con ella por teléfono le dije que estaba segura de que su gato había sido una energía protectora, que había llegado a su vida en un momento complicado, cumplió su misión y partió. No eran sólo palabras de consuelo. Mientras las pronunciaba, y todavía hoy, sé que dije la verdad. No lo supe en mi cabeza (a quién no le vamos a preguntar su opinión al respecto), lo supe en las tripas.
O tal vez sí sea un simple consuelo. Pero la vida me parece lo suficientemente dura, injusta, caótica, descontrolada, sin sentido, como para no necesitarlo.
Creo que el asunto no es que no necesitemos algo en qué creer, sino que necesitamos inventarnos nuestros propios mitos, nuevos conjuros mágicos, nuevos dioses y diosas, nuevos rituales, pues nadie dijo que nos tuviéramos que quedar con los viejos.    
Y también creo que rendirnos al misterio no tiene que significar perder nuestro costado más racional. Si no, más bien, romper las barreras de nuestra propia necesidad de entender y controlar todo, para tirar las monedas del I Ching y creer que algo más allá de nosotros mismos tiene una respuesta, cuando las cosas se ponen poco claras. Incluso si eso que está más allá de nosotros mismos, sólo está en nuestras cabezas.

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