Un año de blog, treinta y tres de vida. Balance obligado.

46 entradas, 1813 visitas a la página. Para empezar, debo dar las gracias. A los que les pica la curiosidad y leen. Y a los que les pica tanto, que hasta escriben algún comentario por ahí. Mi universo virtual estaría vacío sin ustedes.

Recuerdo perfectamente el pánico de la primera vez: el momento en que dí el click en publicar, apagué el computador y salí corriendo de la casa, para estar lejos en caso de arrepentirme.

"Siempre me dije que quería tener un blog. Pero esa idea -como muchas otras más- se convirtió en una de esas cosas que se aplaza ad infinitum. A eso me acostumbré de un tiempo para acá. A querer algo y luego, al divertido juego de encontrar mil excusas para no hacerlo/tenerlo/concretarlo". Sonrío ante mis 46 entradas, 46 veces que junté valor para dar otro click.

Estoy a días de cumplir 33. La crisis de los treinta parece alejarse como un barquito en el horizonte (disculparán, soy ferviente creyente en la existencia de esa crisis...). ¿Cuánto tiempo tendré antes de que me atrape la de los 40? ¿Me atrapará? Mejor ni pensarlo. Han sido años de miedos extraños e inesperados. De tomar caminos jamás previstos. De dejar a un lado sueños que se avinagraron con el tiempo. De entender que si uno cambia, los planes también deben cambiar: a los 20, yo creí que me iba a convertir en alguien. Tenía un plan pormenorizado de mi vida. Cruzando los 30 descubrí la suerte que tenía de no haberme convertido en ese holograma precario, tan apetecible en su momento, tan extraño y lejano ahora.

Atravesando los treinta perdí todo el valor que acompañó a mis veintes. Parecía una tragedia, se sentía como una. Pero en retrospectiva todo toma otro sentido: el valor de los veinte ya no me era útil. Necesitaba uno nuevo. Porque el valor que uno tiene a los veinte, al menos en mi caso, estaba cimentado en la necesidad de demostrar algo. Uno cree que puede hacer ese algo, y mucho mejor que los otros, así que tiene que demostrarlo. Y eso está bien para los veinte. Se hacen cosas así, con ese espíritu avasallando los obstáculos. Pero cansa andar mostrando y demostrando. Y uno se pregunta si eso que quería hacer con tantas ganas, lo quería uno, de verdad, por uno mismo. Supongo que ahí muere un poco la rebeldía, ese deseo de llevar la contraria a toda costa. Y ahí, con algo de suerte, puede pasar que uno se pregunte cuál es su verdadero deseo, lo que lo mueve a uno desde adentro. A partir de ese momento, cuando uno decide hacer algo, no lo hace por estar en contra de los otros, sino por ponerse a favor de uno mismo. Cambio sutil, pero importante, de perspectiva.

Los treinta me trajeron diez días de silencio que se multiplican poco a poco, una práctica de yoga que aún lucha por mantenerse, un blog en donde pongo todo lo que me parece importante, un trabajo que nunca soñé pero que amo, amigas y amigos que me prestan sus ojos para ver el mundo desde sus miradas, amor del bueno (de ese en el que uno no está intentando cambiar al otro, ni sacrifica pedazos de uno para que la cosa siga viva), sueños nuevos y algunos sueños viejos -remasterizados- que siguen luchando por hacerse realidad. Pero creo que lo que más me gusta de los treinta es haber descubierto la certidumbre de esta incertidumbre en la que nos movemos cada día. Ya no más planes pormenorizados a diez años. Ya no más sueños prestados. Ya no más deseos y placeres aplazados.

   

Comentarios

  1. "...ponerse a favor de uno mismo". Pues lo celebro, amiga. Y que se vengan muchos años más, de estar aquí presentes y atentas, que se pone cada vez mejor la cosa!

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  2. Magda!
    Gracias por escribir esto, ahora se que no he estado sola en esta etapa, leerte me ayuda a entender por donde podría ir esa búsqueda de que uno no es a estas alturas. Es verdad, no somos nada de lo que supuestamente seriamos, aquellos años de los veinte, solo sirvieron para aprender a fantasear sobre uno y los otros, que por cierto importante debe ser. Pero me da un descanso saber que el algún momento, esta crisis se puede alejar como un barquito en el horizonte. Gracias por compartir con todos tus ideas, tus visiones. Para mi ha sido un gusto siempre leerte. Un abrazo grande!

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