Tomarnos en serio.

Que difícil es aceptar el tamaño de lo que sentimos con absoluta sinceridad. Hoy recibí la visita de un amigo. Sé que había tenido una pequeña crisis existencial-amorosa hace unos días. Lo escucho con atención cuando dice al pasar "es una bobada". ¿En serio? ¿Lo es? ¿Es una bobada lo que sentimos, lo que nos conmueve, lo que nos entristece, lo que nos enoja? Ojalá pudiéramos vernos siempre con sinceridad, ojalá dejáramos de decirnos que lo que sentimos es una bobada. Ojalá pudiéramos decirnos que nos duele el alma, el corazón y el cuerpo (¿sabían que los circuitos neuronales por los que viaja el dolor emocional son los mismos por los que viaja el dolor físico? Así que cuando te rompen el corazón y te duele, en serio te duele como si te patearan. No es metafórico el asunto).

Minimizar lo que sentimos, ignorarlo, dejarlo allá en un rinconcito del alma, es dar pie a que un día ese dolor agazapado nos salte al cuello, ¡zas! y nos acabe. Obvio, parece más fácil decir que no, nomeimportaestabobadaquesiento, en lugar de mirar de frente ese sentimiento molesto. Pero es como andar con un problema en el auto, el motor a punto de estallar, humo, llamas y pararse a un costado del camino a limpiar el parabrisas. Decirse la verdad es respetarse, respetar nuestro dolor, escucharnos, en lugar de andar por ahí haciéndonos los superhéroes emocionales.

Reconocer lo que sentimos es darle el tamaño justo, porque tampoco vale andar dramatizando, creyéndonos las víctimas de penas que sólo nos pasan a nosotros. El dolor es tan común y a la vez tan propio. Tan único, inenarrable, personal pero tan humano y compartido. Reconocer lo que sentimos es también, aprender a reconocer lo que sienten los otros. Porque es imposible ver afuera lo que no hemos experimentado adentro.

A nadie le gusta la tristeza. Pero hay una belleza propia de ese estado, demostrada en las millones de canciones, pinturas, películas y esculturas a las que ha dado origen. Tal vez esta posibilidad estética se deba a la detención del tiempo que la tristeza conlleva -tan diferente a la aceleración y la embriaguez de la alegría- , ese agónico pasar de los minutos, ese detenerse en los detalles (la mirada del amante que se va, las hojas de los árboles que caían en ese momento de infinita soledad). Tal vez estaría bueno recordar esto en esos momentos, encontrar esa belleza que flota en nuestra tristeza, mirarla con valentía a los ojos y esperar, esperar a que todo pase y vuelva la calma.

Comentarios

  1. Observarse atrás, o quizá al frente con un llanto que sonríe, procurar aceptar que las lágrimas como el agua están ahí para limpiar y que tampoco se quedarán para siempre. Gracias amiga. Que bello.

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  2. Observarse atrás, o quizá al frente con un llanto que sonríe, procurar aceptar que las lágrimas como el agua están ahí para limpiar y que tampoco se quedarán para siempre. Gracias amiga. Que bello.

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