El síndrome de la página en blanco

Listo. Ya apareció. El síndrome de la página en blanco. No tengo ni la menor idea sobre qué escribir. No sé si exista una sensación peor que la de sentarse frente a la pantalla, con el cursor titilando sin parar y las palabras que no llegan a los dedos. El inicio del fin. -No es que esté buscando tema para una novela, sólo pretendo poner una entrada más en el blog. Una más, por favor-. Le ruego a mi cerebro. No hay respuesta. Y empieza el miedo.
El miedo no suele ser un compañero apreciado, pero es leal como él solo. Toma diversas formas: en mi caso suele ser una pequeñísima voz alojada en un sótano de mi cerebro. Maneja unos tiempos infalibles. Cuando me siento a salvo, empieza a murmurar, a veces -lo juro- logro distinguir esa voz entre el ruido de mi cabeza. He intentado todo. Amenazas, encuentros amistosos, charlas dialécticas. No se va. Supongo que no se irá nunca de ahí. Inquilino indeseado.
Me pregunto ¿cuándo empezó a crecer? Nunca me he considerado demasiado valiente. Uno de los recuerdos más fuertes de mi niñez lo demuestra: tenía unos ocho años. El profesor de danza era un hombre rubio enorme. Un día entró a la clase con una grabadora, la puso sobre la mesa, nos paneó con la mirada y me señaló (¿por qué a mi?). Me pidió pasar al frente (¡Desastre!). Eso hice. Me dijo que iba a poner una canción y que sólo debía moverme (claro, sólo debía moverme). Me paralicé. Ni un sólo músculo de mi cuerpo me respondía. Quería moverme, pero simplemente, no podía. Creo que pasé horas ahí, parada frente a todos mis compañeros de clase, hasta que me ordenaron sentarme.
Tengo otra historia: un día de vacaciones, caminábamos por un lugar llamado "La garganta del diablo", el cañón formado por un río ahora casi inexistente. Llegamos a un lugar en donde, para pasar, debíamos caminar por una absurda pasarela, sin protección alguna: la pared inclinada de un lado, una caída de no sé cuántos metros del otro. Una mujer, que venía en sentido contrario, pasó (¡en medio del camino se tomó una foto mientras se paraba con un pie en el aire!). Yo quería dar el primer paso, en serio quería, pero fue imposible. Las piernas no me respondían, me quedé ahí, clavada y tuve que regresar.
Supongo que hay algo de instinto de supervivencia mezclado, pero cuando mi miedo no tiene que ver con caer por un precipicio o con salvar mi vida, no logro comprenderlo. Bueno, creo que de eso se trata el miedo: de lo incomprensible, de la distancia enorme que separa nuestro lado racional -que pretende tenerlo todo bajo control (¡ajá!)- y esa otra parte, esa que sabemos que está ahí y que tiene más control del que quisiéramos.
Todos sentimos miedo, ¿no? Pero cuando lo sentimos, solemos creernos con derechos exclusivos, adquirimos el monopolio del miedo. Aunque conozco a varias personas que parecen no sentir ni un ápice de temor en sus vidas. Cómo las envidio, como quisiera tener su arrojo, su coraje.
A mi miedo le puse cara. Lo dibujé un día y lo tengo pegado en la pared, encima de la pantalla del computador. Justo en este momento, nos miramos. Es un viejito, parece como un viejo crítico de cine, con traje, corbata y pañuelo en el bolsillo. Como no sé dibujar tiene el cuerpo medio jorobado, o tal vez así es de verdad, un hombrecito jorobado, con voz chillona y lentes. Le puse un nombre, se llama "el censor" y a su alrededor escribí: "apunta a la yugular", "no dice la verdad", "está dispuesto a destruirte, no lo oigas". Pequeños recordatorios de cómo actúa este personaje. Pero saberlo no te hace inmune a su veneno.
No suelen gustarme las películas de terror porque no logran asustarme. Pero resultan increíbles los estragos que este hombrecito minúsculo puede hacer en mi cabeza. En serio, sabe cómo saltar a la yugular, sabe cómo arruinar un buen momento.
Estoy sentada frente a él. No vas a poder conmigo. Aquí va, una entrada nueva para el blog. Hoy, perdiste.


Comentarios

  1. Ya vas a lograr dominar a ese viejo....

    ResponderEliminar
  2. Mejor....mejor....este despierta sentimientos diversos a medida que se lee. Risa, solidaridad, algo de rabia con ese viejito, un hurraaaa al final. Creo que quedamos iniciados, esperamos el próximo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Más fácil cuadrar una docena de micos* para una foto

Para Michelle