Black friday

Es como para no creerlo si te lo cuentan. A puño limpio por unas zapatillas deportivas, a los golpes y empujones para llegar primero a una góndola y, la cereza del postre, una mujer arrebatando de las manos de un niño una caja con un electrodoméstico. Todas son imágenes del famoso "black friday" norteamericano, día en que la gente se vuela los dientes y enloquece por llegar primero para aprovechar las súper ofertas que, amablemente, los comercios ponen a su disposición. Estamos todos locos, nos hemos convertido en aves de rapiña y ni siquiera luchamos por comida para sobrevivir. Peleamos por un iphone para estar más conectados, aunque para tenerlo debamos romper algunas conexiones cercanas, algunas narices. Este mundo al revés, nos ha convencido de que sólo seremos felices cuando lo tengamos todo, pero sólo satisfacemos un ansía para descubrir una nueva, más grande.
Inicialmente, los videos del "black friday" me causaron gracia. Luego, sentí tristeza pensando que es justamente eso, el "estilo de vida norteamericano", lo que nos meten por ojos y narices cada día (si no me creen, fíjense en los supermercados de su barrio o en los centros comerciales en donde los cartelitos de "black friday" colgaban desde el lunes pasado). Y también pienso que es desde esta estructura de pensamiento, desde este "sálvese quien pueda" mental, desde donde se están dictando las acciones que guían a este mundo hacia la catástrofe. Diría que perdimos el norte, si no supiera que es justamente desde allá que nos gobiernan.
   

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