El día que prohibieron los números.

En el año 1299, la ciudad de Florencia, en Italia, prohibió el uso de los números indoarábigos. Es decir, en ese momento se estaba prohibiendo el uso de los números que todos conocemos hoy en día.
Estos habían sido introducidos desde el mundo árabe, por un italiano conocido como Fibonacci, famoso por otro descubrimiento matemático: la llamada serie de Fibonacci (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, 610, 987, 1597 y así hasta el infinito) que, al parecer, viene a ser la forma favorita de la naturaleza, pues la podemos encontrar en los pétalos de una flor, en la corteza de una piña...

Pero volviendo a la historia de los números, hasta ese momento en Occidente se usaban los romanos y el conocimiento de estos estaba bastante restringido. Así que la introducción de Fibonacci de unos números creados por extranjeros, que hacían más simples algunos cálculos, causó suspicacia entre quienes usaban con soltura los viejos. Se habló de fraude, de pérdida de respeto y hasta imagino que se discutió el origen de esta innovación. Por suerte, la prohibición no prosperó mucho tiempo. Así, los números que usamos ahora nos vienen de un viaje a través del tiempo y el espacio, de un encuentro de culturas: desde la China, en donde los matemáticos empezaron a dar valor posicional a los números (lo que nosotros conocemos como unidades, decenas y centenas, y que es lo que nos permite escribir números inmensos); pasando por la India, en donde tuvieron a bien crear el cero (hecho sólo posible porque la religión y la mitología India se basa en la creencia de que el mundo viene de la nada y va hacia la nada, lo que les facilitó darle un valor, una entidad a ese vacío); para llegar al mundo islámico, en donde se perfeccionó el sistema que ahora conocemos y que explicó Fibonacci en una publicación de 1202. Prohibición de por medio, el sistema ha mostrado con creces sus beneficios.

Confieso no ser una amante de los números, más bien diría que tenemos una relación conflictiva. Pero hay varias razones por la que esta historia me parece fascinante. Primero, me resulta encantador que una de las bases de algo tan fundamental como los números que usamos diariamente esté en el Oriente. Golpe bajo para ese eurocentrismo que arrastramos durante siglos. Luego, en términos muy generales y sin detenerme en la minucia histórica, me conmueve la suma de esfuerzos entre culturas tan diversas, la permeabilidad que permitió que los hallazgos y las posibilidades de unos se sumaran a las visiones de otros, para generar algo mucho más grande. Y finalmente, me encantan los malos augurios iniciales en Occidente, los recelos, que quién sabe en dónde nos tendrían, de haber prosperado.

Hace unos días hablaba con una amiga de un tema espinoso y difícil de resumir. El asunto empezó con un encuentro con un personaje boliviano y derivó en la discusión sobre cómo deben ser nuestras relaciones con esas "otras culturas" que tal vez ya no habitan las selvas lejanas, sino que conviven con nosotros en las ciudades, esos "otros" a los que a veces encontramos tan diferentes. Yo -que en cualquier caso enarbolo un idealismo algo demodé, lo admito-, sostuve el intercambio, el diálogo, como elemento central. Para mí debería haber un encuentro, nunca una colonización. No podemos obligar al otro a que aprenda nuestro idioma, nuestra cultura, si no estamos dispuestos a dejarnos tocar también por lo que ese otro tiene para ofrecernos. Y creo que la historia de los números me habla justamente de eso, de la posibilidad de un conocimiento construido de manera compartida, de la suma de visiones diferentes y limitadas particularmente, pero que logran enriquecerse al sumarse.

Hoy, le tomé un poco de cariño a esos odiados villanos de mi juventud y pensé que si tan sólo un profesor de matemáticas me hubiese contado la historia de los números, tal vez yo sería ingeniera y no periodista.



Comentarios

  1. De acuerdo, Magda, el entorno nos ayuda a construír gusto o animadversión por las cosas. El mundo de los números, por fortuna, cuando se le descubre, es intrigante, de fantasía. En general, el conocimiento humano es la suma de descubrimientos individuales que sumados son más que sus partes. Felicidades, muy ameno tu artículo.

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