Malas palabras

A mi mamá nunca le gustó que usara malas palabras. No era correcto que de la boca de una niña de un hogar de bien, de una periodista hecha y derecha, de una dama, saltaran sapos. Así que hice lo que cualquiera haría en estos casos: me mordía la lengua cada vez que estaba en mi casa, porque -en otros lugares- no lograba evitar que los sapos escaparan de mi boca. Recibí una educación ejemplar y esmerada en casa, que hoy agradezco, pero hay cosas que simplemente son de uno. En mi caso, esa verborragia obscena que por momentos me ataca. ¿A quién no se le escapa un buen madrazo, uno de esos catárticos, de vez en cuando?

Pero este texto no es sobre esas malas palabras. Sino sobre un palabra que no era mala (o al menos nunca pensé que lo fuera) pero que se ha transformado hasta volverse casi un insulto.
"¿Es usted feminista?"- pregunta un periodista a una actriz de Hollywood. Y la mujer entrevistada se revuelve en la silla, incómoda, mira seria y asegura que no, que ella no odia a los hombres y que está a favor de la igualdad. ¿Feminista? Ni ahí. Como si le preguntaran si hace parte de las filas de Al Qaeda o de Isis.

Si empezaba este texto con la palabra "feminista" seguro muchos me habrían abandonado de entrada (ahora es el momento de hacerlo, si es que no lo ha hecho aún, en el caso de que las cuestiones de género lo tengan sin cuidado). Resulta que ahora nombrarse feminista viene a ser lo mismo que ser fanático religioso, mujer que odia los hombres, a las mujeres que no son como ella, mujer que atenta contra la supervivencia de la especie (porque se niegan a ser madres, aunque somos como seis mil millones en el planeta). Mejor dicho, la villana perfecta.

Tal vez me falle la memoria, y no soy muy buena con eso de las fechas, pero hasta hace casi una nada, las mujeres no teníamos derecho a votar, a tener propiedades y administrarlas, a salir de la casa solas, a elegir con quién queríamos casarnos (o si queríamos casarnos), cuántos hijos queríamos tener (o a no tenerlos en absoluto). Tampoco podíamos estudiar una carrera, mucho menos trabajar. Básicamente, nuestro destino estaba sellado desde el momento en que cromosoma X se juntó a cromosoma X y nos dio una vagina (¡ah! he aquí otra mala palabra, de esas que no podemos decir en voz alta, como si decimos "dedo" o "pierna"). En serio, esto pasaba hace un parpadeo y, lo que es peor aún, sigue pasando. Tal vez no nos pase a todos (y me perdonarán si son puristas, pero yo no puedo con eso del todos y todas o con el todxs, este tema da para otro texto). Pero en la cabeza de muchos las cosas siguen igual que hace cien años: somos un objeto a ser poseído, dominado, domesticado, medido, estandarizado. Y cuando nos rebelamos, somos víctimas de violencias atroces, que nos desfiguran el rostro con ácido, nos violan, nos asesinan.

Leo en el diario El País de España una nota sobre la promulgación de una ley en Colombia que castiga el feminicidio. Sé que se me va a revolver el estómago, pero me paseo por los comentarios de los lectores. Tres perlitas: ""Feminicidio" o "femicidio" son incorrectos abusos del lenguaje que en ningún caso recoge la RAE. Seguirán siendo homicidios con una mujer como víctima", "donde esta la igualdad de las personas ante la justicia ? y la mujer que mata a aun hombre recibe un premio ? o acaso detencion domiciliaria ? estamos mal, ante la constitucion todos tenemos iguales derechos y ni raza, religion o genero deben dar ventajas (sic)", "El hembrismo se extiende como una plaga.....".
Respiro profundo.

Estos tres son de esos que piensan que "esa es una puta, seguro se lo buscó", o que "quién sabe que habrá hecho para que la traten así". La sola existencia de estas frases justifica con creces la necesidad de continuar con las luchas feministas. ¿Quién dijo que el feminismo buscaba la supremacía de la mujer sobre los hombres? Pero también, quién dice que no es necesario correr un poco la balanza, privilegiar un poco a la mujer, en aras de responder a siglos de dominación masculina. Perdonen si les quitamos el protagonismo un instante. Perdonen si enfatizamos que "están matando mujeres", no porque no nos importen los hombres que también son asesinados, sino porque efectivamente están matando mujeres, como moscas. Tal vez si necesitemos alguna ventaja, para poder terminar de subir la escalera y pararnos hombro a hombro, en igualdad de condiciones. Tal vez lo necesitemos porque durante siglos nos consideraron menos y fuimos menos, porque nos convencieron de que lo éramos y lo creímos, porque no teníamos acceso a la educación, porque nos negaban cualquier oportunidad.

No puedo pensar como injusta una ley que logra visibilizar un problema y no me importa si hay que boicotear a la RAE para que acepte la nueva palabra. No puedo pensar como injusta una ley que echa para atrás la idea del "crimen pasional" que terminaba por justificar lo injustificable. Dudo que a partir de la implementación de la ley las mujeres nos sintamos avaladas para andar por ahí matando hombres (¡que paranoia!). No puedo sentirme mal pensándome como feminista, sintiendo que es necesario que los hombres también lo sean, porque el mundo sigue estando al revés. Lo está cuando mi hermana dice que no quiere tener hijos y todos le preguntan por qué, como si fuera su obligación tenerlos. Lo está cuando hace unos años me puse una falda, me maquillé y dos estudiantes de física dudaron que me interesara algo más que la ropa y el maquillaje. Lo está cuando hace un tiempo fui a grabar a los llanos orientales y mi entrevistado no me miraba, optando por hablarle sólo a mi asistente de cámara (hombre y blanco). Lo está cuando leo que asesinaron otra chica porque quería terminarle a su novio. Lo está cuando leo que asesinaron a otra mujer, porque quería separarse de su marido.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Más fácil cuadrar una docena de micos* para una foto

Para Michelle