Una imagen vale más que mil palabras... o no.

Hace poco un fotógrafo que conozco publicó en su muro de facebook una fotografía de un grafiti pro abortista. Como respuesta uno de sus contactos posteaba un par de frases y una imagen terrible: un bebé ensangrentado sobre una toalla azul. Y punto. Ese era su argumento. Como la imagen ésta había aparecido en mi muro, me sentí interpelada. Me pregunté si una imagen puede ser un argumento y supongo que sí... aunque creo que no siempre.
Ayer escribí sobre la película que retrata a Joao Salgado, un fotógrafo brasilero. Recuerdo que cuando salí le comenté a mi marido una sensación que tenía: esas imágenes, evidentemente bidimensionales, parecían contener miles de kilómetros de profundidad avasallante. Era como si un aspecto del mundo se hubiera condensado en ese simple instante. Y creo que esto es así por varias razones. Primero, porque esas fotografías contaban una historia. El tiempo estaba detenido, pero ese mínimo momento era la huella de lo sucedido, un testimonio del presente y la premonición del porvenir. Segundo, porque al mirarlas se te abrían cientos de interrogantes. No clausuraban el tema con una apariencia de "verdad absoluta", sino que te interpelaban. La respuesta no estaba en la imagen, pero sí todas las preguntas posibles.
Regreso a la foto del principio. La busqué en internet y la encontré reproducida en cuanta página contra el aborto existe. La misma foto y siempre la misma explicación. Internet suele funcionar así: una imagen, un texto, lo que sea, se repite en el espejo infinito de la red, hasta perder completamente su historia. Y ahí, llega alguien que copia esa imagen y la postea para "taparte la boca", intentando que esta funcione como un argumento final, pretendiendo que "la verdad" emane de la fotografía. Pero yo creo que no lo hace.
Yo creo que las imágenes si pueden hablar más que mil palabras, pero también estoy segura de que, en estos tiempos que corren, son muchas las imágenes que van perdiendo toda la densidad que las hacía potentes. Esas imágenes ya no nos interpelan, ya no nos preguntan nada. Son las imágenes del espectáculo, del sensacionalismo. Son terribles, pero lo terrible no está en lo que vemos, sino en el vacío que reflejan. Esas imágenes no nos dejan pensar, nos aplastan con verdades de a peso, nos impiden el diálogo. Esas, no valen ni una palabra.

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